Valiente y enérgica, apegada y luchadora. Una ‘Picapiedra’, no por parecerse a un personaje de la caricatura de Hanna Barbera, sino por tenaz y decidida. Mónica Puig es de oro, ella como todos los atletas, deseaba una medalla y en caso de conseguirla, sabía bien de qué color la quería. Así lo dijo y así lo logró.
Las letras, el otro amor de Mónica Puig, histórica medallista en Río 2016
De no haber sido tenista, la boricua hubiera escogido el periodismo como profesión.
La puertorriqueña hizo historia de la buena, de la que trasciende y no se olvida. Paso a paso, conquistó Río, con su juego, su poderosa derecha, su furia en cada pelota que perseguía, y también por su extraordinaria belleza. Hoy Mónica Puig no solo celebra ser la primera mujer boricua en ganar una medalla, sino se convirtió en el primer deportista de la isla en conseguir una presea áurea.
Nacida en Puerto Rico hace 22 años, Mónica Puig radica desde hace 21 en los Estados Unidos. El amor por el tenis pudo haber sido borrado por su interés en las letras. Si no hubiera sido deportista, tendría al periodismo como profesión.
“Periodista. Me gusta escribir y hablar mucho”, sostuvo en alguna ocasión. Puig, esa ‘picapiedra’ de las canchas, pudo habernos enamorado con una entrevista a su ídolo, Steffi Graff, nacida en Alemania tal y como Angelique Kerber, a quien hoy destrozó en Río de Janeiro.
Si pudiera escribir una historia sobre un tenista varonil, Puig hubiera apuntado a Rafael Nadal, Novak Djokovic o a Roger Federer. “A Nadal solo le he saludado...Hola, ¿qué tal? y ya...con los otros nada”, dijo al sitio El Sentinel.
Para la tenista, nada se compara con su tierra, con su isla amada. Siempre, con los colores tatuados de su bandera, recuerda ese sitio que la dejó nacer. Enamorada de la música de su país, es fan de Wisin y Yandel, además de Ricky Martin, un personaje que le gustaría conocer, y que le felicitó hace unos días a través de redes sociales cuando conquistó su pase a la final olímpica.
Mónica fue tumbando mitos y hoy, acabó con el último que el calendario le presentó, Angelique Kerber. Al grito de ‘Sí se puede’, Puig picó un tiro, y picó otro, picó un set y picó otro. Al final, cuando se siembra, siempre se cosecha.
“Mi entrenador (Alain de Vos) me dijo una vez que me iba a llamar 'pica' como apodo porque para ganar hay que picar piedra, luchar mucho y dar el máximo. De ahí sale la frase que siempre me acompaña”, señaló hace poco Mónica Puig para Univisión.
Puig consiguió ser campeona en Juegos Centroamericanos, después estuvo a punto de reinar en Juegos Panamericanos con la histórica medalla de plata que consiguió en Guadalajara 2011. Siendo la número 34 del ATP, a la boricua le llegó su momento en Río 2016.
A nivel Grand Slam, Mónica Puig no ha tenido mucha suerte y su currículum no puede aún presumir un título o al menos, una gran final. Fue en 2013 con su aparición en la cuarta ronda de Wimbledon cuando más se pudo destacar.
Pero los Juegos Olímpicos son otra cosa. El olimpismo no da tregua a los favoritos y su pureza amateur abre una brecha para que los no que están abajo puedan llegar a lo más alto. Para Río se esperaba que Serena Williams reinara en la rama individual, y si no lo hacia la menor del clan, estaba su hermana Venus. En medio de ellas, la alemana Angelique Kerber, segunda ranqueada en el ATP.
El triunfo que más vistió de Puig fue contra la española Garbiñe Muguruza en la tercera ronda de los Juegos. Ahí, el contrastante silencio provocado por el poco favoritismo que Puig tenía, se llenó con su veloz y potente derecha.
Mónica Puig hoy se pintó de oro, al compás de su garra y su amor propio le regaló a su nación su primera medalla áurea de la historia. El periodismo pudo ganar sumándola a su trinchera, aunque hoy por hoy, prefiere ir picando piedra por las canchas de tenis.