Ayer domingo publiqué un artículo sobre la participación de la mujer en los Juegos Olímpicos. Aún mi generación -los primeros Juegos que vi fueron los de Seúl 1988- está acostumbrada a ver una representación femenina importante y creciente, aunque no totalmente equitativa.
Ricardo Otero | Un día y un deporte sin mujeres
La brecha de género es muy palpable en el deporte y debe invitarnos a tomar acciones.
Pero eso no fue así antes. Nuestros padres, en México 1968, vieron unos Olímpicos con 86 por ciento atletas varones. Solo el 14 por ciento de mujeres.
Hablar de que en Atenas 1896 no hubo mujeres en competencia lo contamos casi a nivel de anécdota y sin la reflexión suficiente de cómo el deporte ha hecho a un lado a la mujer a lo largo de la historia.
Y hablo del "caso de éxito": el Comité Olímpico Internacional (COI) espera que el 48 por ciento de los participantes en Tokio 2020 sean mujeres. Pero desde el año 776 a.C., con la creación de los Juegos Olímpicos de la antigua Grecia y hasta 1972 d.C. nunca hubo una participación femenina mayor al 20 por ciento.
Son casi 2 mil 800 años, poco menos de mil 300 de ellos en “activo” para el olimpismo.
Se vale reconocer, por supuesto, el camino que ha tomado el máximo evento deportivo hacia la equidad de género. Pero eso no significa que el deporte sea un oasis en medio de una situación global generalizada de menosprecio y violencia hacia la mujer.
En los Juegos Olímpicos no se paga a los deportistas, aún siendo profesionales. Eso elimina uno de los mayores problemas de la brecha de género, aunque no el único.
En el ranking de los 100 deportistas mejor pagados por Forbes en 2019, solamente apareció una mujer: Serena Williams en la posición 63. Los Grand Slam dan premios iguales para ambas ramas, pero no todos los torneos de tenis siguen ese camino. El deporte blanco, sin embargo, es en el que menos brecha salarial existe.
Mientras el sueldo de Nicolás Castillo, jugador del América, es de 4.8 millones de dólares anuales, Nayeli Rangel y Mónica Ocampo devengaron el equivalente a 18 mil 737 dólares el año pasado como las jugadoras mejor pagadas de la Liga MX Femenil. Son 256 veces más de él frente a ellas.
Aquí es donde me vendrá el eterno reproche de “es que el futbol femenino no es negocio”. El machismo que encierra esa frase no va por su forma sino por su fondo: nos da pereza preguntarnos por qué la situación es así, por qué mientras en México se profesionalizó el futbol masculino en 1943, el femenino lo hizo hasta 2017. Son 74 años de diferencia. Casi tres cuartas partes de un siglo.
Cada deporte tiene su historia particular de menosprecio a la mujer, que va desde lo que vemos hasta lo que no vemos: la niña que dejó de jugar futbol porque sus amigos y su familia la llamó “machorra”, la que dejó de entrenar porque tenía que ayudarle a su mamá para cocinar la cena de sus hermanos, la que vive en un país en el que ni siquiera puede hacer deporte…
O la que practica uno de los pocos deportes que son preponderantemente femeninos, como la gimnasia artística, y sufrieron abuso sexual de manera sistemática por su médico o acoso y bullying de un entrenador.
El camino a la cima en el deporte de alto rendimiento es duro para todos, pero para ellas significativamente más que para ellos.
Y también vale la pena decirlo: los medios de comunicación hemos abonado a esta situación. Debemos reflexionar sobre ello y tomar acciones.
Por lo pronto, hoy lunes, 14 mujeres, solo del equipo Digital de TUDN, no estarán trabajando. Catorce talentosas y preparadas compañeras que nos aportan visiones editorialmente diferentes y valiosas. A nosotros nos toca cubrir su ausencia como parte del paro en México cuyo fin es presentarnos la hipotética situación a la que nos enfrentaremos si ellas desaparecen. Solo por un día.
Hoy escribimos por ellas, pero no a su nombre. Adriana, Paulina, Daniela, Valeria, Patricia, Maribel, María José, Maexi, Itzel, Isis, Fernanda, Carolina, Mishelle e Ingrid regresarán mañana, pero si no logramos hacer una reflexión sobre lo que se vive en la calle, en las casas, en las redacciones e incluso en los escenarios deportivos en función de la materia prima de nuestro trabajo, que es la información, no pasará de una anécdota.
Y no estamos ya para acumular anécdotas.