Aquella derrota que parecía improbable en la Serie Mundial de 1945 fue más allá de lo deportivo: es una historia que ha pasado de generación en generación, de boca en boca, sobre la que se virtieron ríos de tinta y papel.
La cabra, Bartman y 71 años de frustraciones quedan atrás: los Cubs van a la Serie Mundial
Los Chicago Cubs se llevaron el título de la Liga Nacional al vencer a los Dodgers por 5-0 y buscarán su primer título de Grandes Ligas en 108 años
Los protagonistas: un asiduo aficionado al Wrigley Field y su cabra.
Si la maldición del "Bambino" pudo ser conjurada en Boston, ¿por qué no la de la cabra en Chicago? No podía durar para siempre. Con autoridad, los Cubs vencieron 5-0 a los Dodgers para llevarse el título de la Liga Nacional y, con ello, su boleto a la Serie Mundial por primera vez desde aquella de 1945.
Y además de quitarse el estigma de aquella declaración de William Sianis y la imagen de su mascota, "la ciudad de los vientos" finalmente perdonó a Steve Bartman, aquel aficionado, uno de los más leales, que en un arrebato natural en cualquier aficionado que está cerca de la barda tomó la bola equivocada. Bartman no ha asistido al Wrigley Field desde aquel 14 de octubre de 2003, no concede entrevistas, trabaja como cualquier hijo de vecino en una empresa financiera y en repetidas ocasiones exjugadores, managers y directivos de los Cubs le han dado su perdón.
¿Cómo conjurar entonces un hechizo tan añejo? Todo se vale.
Podemos decir ya que todo funcionó. Cada ritual, desde los de sus estrellas hasta los del más joven de sus aficionados. Todo queda atrás. Todas las derrotas, las maldiciones, las tristezas y las consecuentes resignaciones. Millones de fans de los Cubs murieron sin ver a su equipo ser campeón. Los de hoy pueden considerarse afortunados.
Ni siquiera Clayton Kershaw fue capaz de detener la inercia de un equipo que creyó más en sí mismo que en su pasado. Al pitcher estelar de los Dodgers lo zarandearon con cinco carreras, cuatro de ellas limpias, en cinco entradas, incluidos dos cuadrangulares.
Un fly de Adrián González al abrir la octava entrada puso a los Cubs a cinco outs de la Serie Mundial. Oficialmente estaban ya más cerca de la Serie Mundial que en 2003. Acto seguido, Josh Reddick pegó un sencillo y lastimó al abridor Kyle Hendricks apenas por segunda vez en el partido, suficiente para que saliera del campo, para evitar cualquier margen de error.
Aroldis Chapman cargó sobre su brazo con la responsabilidad de sortear la fatídica octava que Bartman echó a perder en 2003, y lo hizo con un doble play. Olviden otro rally de ocho carreras. Solo faltaban tres outs. Él mismo completó la obra en la novena, aquel pitcher que hace algunos años tiraba misiles descontrolados, creció al lado de los Cubs y se volvió en un cerrador confiable. No había margen de error. No esta noche.
Nunca más la cabra. Nunca más Bartman. Cierre de un capítulo de décadas. Ahora quieren cerrar uno de más de un siglo, pero para ello, habrá que vencer a los Cleveland Indians. Que 1908 también quede atrás: el martes inicia ese camino.
¿Cómo describir la emoción que se vive en Chicago? No se puede si no eres fanático de los Cubs. Simplemente no se puede.