Cada vez que sonaba Enter Sandman, de Metallica, en Yankee Stadium, todos sabían lo que estaba por pasar: Mariano Rivera caminaba al montículo para sacar los últimos outs del partido y sellar la victoria de los Yankees.
Mariano Rivera: el pescador de Panamá y conquistador de Nueva York
De familia de pescadores y a punto de ser cambiado tras su año de debut, Mariano Rivera tuvo la carrera más brillante en camino al Salón de la Fama.
Una rutina que desde 1999 se repitió cientos de ocasiones. En total, 652 fueron las veces que Rivera, en patio propio y ajenos, cumplió con la misión. Un récord de las Grandes Ligas que luce difícil de romperse pronto.
Mariano Rivera nació en Puerto Caimito, Panamá, el 29 de noviembre 1969. Una población de pescadores. Su padre lanzaba redes de pesca para dar sustento a sus hijos y el segundo de ellos utilizó también el poder de sus brazos, pero para conquistar la "Roma moderna" -como llamó John Lennon a Nueva York- con el trabajo de casi dos décadas y para la eternidad.
De 1995 a 2013 y con el emblemático número 42, que en su momento utilizó Jackie Robinson, el primer jugador de raza negra en las Grandes Ligas, Mariano Rivera se convirtió en el hombre más confiable de la novena más ganadora. Su primer año fue como abridor, con actuaciones nada espectaculares e incluso en su debut se tragó un 10-0 en contra de los Angels, en el que permitió cinco carreras.
Pero como muchos deportistas, el futuro al que estaba llamado cuando joven no fue el que realmente le deparó el destino.
Como la mayoría de los panameños era aficionado al fútbol y su modelo a seguir era Pelé. Combinó la práctica del balompié y la pelota caliente, para el que él y sus amigos usaban cartones de leche como guantes y ramas de árboles como bates, mientras que sus bolas eran en realidad redes de pesca pegadas con cinta. Fue hasta los 12 años que su padre le compró un guante real.
En una comunidad pesquera de bajo estrato social, dejar la escuela era la norma. A los 16 años aprendió a pescar sardinas en semanas de seis jornadas laborales. El béisbol era simplemente un pasatiempo en el que, curiosamente, no jugaba como lanzador, sino como shortstop. Su revelación en el montículo llegó un día en el que reemplazó al pitcher de su equipo amateur, Panamá Oeste, y fue tal la impresión que llamaron a un scout de los Yankees, Chico Heron, quien lo invitó a un tryout en Ciudad de Panamá.
Ahí, Herb Raybourn, quien ya había desechado a Mariano como un potencial parador en corto de Grandes Ligas, le ofreció un contrato en 1990 como agente libre amateur y un bono de 2 mil 500 dólares.
Tras su temporada de debut en las Grandes Ligas, Rivera estuvo a punto de ser cambiado a los Seattle Mariners por el shotstop dominicano Félix Fermín, pero los Yankees al final optaron por un novato para esa posición. La incorporación de Derek Jeter permitió la permanencia de Rivera y, a la larga, fue probablemente la decisión más sabia de la organización desde que contrataron a Babe Ruth.
Antes de Rivera, Rod Carew era el único panameño en el Salón de la Fama del béisbol. Tras su retiro en 2013, todos sabíamos que Mariano sería el segundo inquilino del país canalero en Cooperstown, pero quizás nadie imaginaba que sería el primero, sin importar clase ni nacionalidad, en entrar de manera unánime.
Mariano celebrará medio siglo de vida en noviembre próximo como el más grande de la élite del béisbol.