Rafael Nadal, el rey del tenis moldeado en arcilla
El español va en carrera por su décimo título de Roland Garros, el lugar que parecía predestinado a ser su reino desde que nació
El 8 de junio de 1986, Ivan Lendl cerró un Roland Garros que rozó la perfección con su segundo título del torneo individual masculino. El checoslovaco derrotó en la Final al sueco Mikael Pernfors con un contundente 6-3, 6-2 y 6-4.
Lendl ganó los 21 sets necesarios para llevarse el título y sólo cedió uno, en Cuartos de Final ante el ecuatoriano Andrés Gómez, el primero de aquel partido, y fue en tiebreak. Y de los 21, sólo Gómez fue capaz de llevarlo a otro desempate. El hombre proveniente de una nación que ya no existe y hoy naturalizado estadounidense dio una muestra de poderío descomunal como pocas veces se había visto en París.
Justamente por esas fechas, como si el destino así lo propusiera, nació Rafael Nadal. El 3 de junio de 1986, mientras Lendl daba cátedra en Roland Garros. Diecinueve años más tarde, en 2005, irrumpió el español para ganar su primer título y dejar una estela de prácticamente invencibilidad que mantiene hasta ahora.
Supondrán bien que Nadal ha celebrado prácticamente todos sus cumpleaños desde entonces en París. Desde 2005, solamente ha cedido la corona del Abierto de Francia en tres ocasiones, y en todas las lesiones no le permitían estar a buen nivel. Roger Federer (2009) y Stanislas Wawrinka (2015), ambos suizos, y el serbio Novak Djokovic (2016) han sido los únicos "invasores" en el reino de Rafael Nadal.
Pero tras dos años de retiros y tropiezos, en 2017 Rafael Nadal parece renovado, Llegó a la Final del Abierto de Australia, ganó los Masters de Montecarlo y Madrid y avanza en Roland Garros con facilidad, como en sus mejores años y, pese a que ya tiene 31 años, si no tiene malestares físicos, es siempre el primer favorito para ganar el torneo.
Pero ¿por qué se le facilita tanto la arcilla a Nadal? Es cierto que ha ganado al menos una vez cada uno de los Grand Slams y domina todas las superficies, pero su superioridad en tierra batida es mucho mayor.
La respuesta está en su estilo de juego. El manacorí está acostumbrado a jugar de manera conservadora, desde el fondo de la cancha, con golpes precisos y potentes a la pelota. Nadie en la actualidad, y quizás en la historia, domina esa forma de jugar.
Al botar en la arcilla, la pelota va más alta y más lenta, lo que le facilita la vida a tenistas conservadores como Nadal. Caso contrario, en césped la esférica bota más baja y más rápida, favorecedora para jugadores agresivos, aquellos que suben más a la red, como lo hacía Roger Federer en sus mejores años en Wimbledon. Nadal, mejor que nadie, es capaz de hacer correr a sus rivales y colocarles pelotas justo en la esquina.
Lo realmente sorprendente fue ver a Nadal imponer su forma de jugar para desbancar en su momento a Federer del trono del Abierto de Inglaterra, en aquella épica Final de 2008 que se extendió hasta el atardecer. Rompió los paradigmas generados en un siglo dentro del tenis.
El manacorí va en carrera por su décimo título de Roland Garros y décimo quinto de cualquier grand slam. El Rey de la Arcilla está en su enésimo aire, físicamente en la mejor forma que sus 31 años le permiten y sólo él puede decidir si la corona volverá a sus manos o se la podrán pelear el resto de los mortales.