Si en la ida en La Bombonera fue Boca Juniors quien lució mejor imitando las estrategias de River Plate, en la vuelta en el Bernabéu fue River quien mejoró imitando las de Boca.
Quintero se transfiguró en Zidane: ¡River Plate alza la Libertadores en el Bernabéu!
Marcelo Gallardo tuvo razón y su escuadra sacó fuerza de la flaqueza lejos de su estadio Monumental en una final inolvidable.
Aunque el inicio del partido fue de cautela y nerviosismo, a ojos de Marcelo Gallardo, viéndolo todo en la penumbra de algún palco, el plan de neutralizar a Darío Benedetto funcionaba relativamente bien.
Tanto así que el primer remate del "Pipa" a la meta de Franco Armani no llegó sino hasta pasada media hora vía un tiro libre directo. Hablando boxísticamente, River y Boca se enfrentaban con las guardias altas.
Sin embargo, al minuto 39 el primer intercambio de puños evidenció la vulnerabilidad de ambos contrincantes. Un recorte del extremo xeneize Sebastián Villa buscando la frente de Benedetto acabó instantes después en un remate del extremo millonario Gonzalo Martínez, del otro lado del campo.
El segundo intercambio fue el 1-0 de Boca. Los dirigidos por Gallardo se volcaron al frente tras un fallo en la salida del portero Esteban Andrada cuando el charrúa Nahitan Nández se transformó en Luka Modric, inventándose un pase magistral que dejó a la defensa a merced de Benedetto.
Gallardo seguramente tragó saliva.
Como también tragaron saliva los miembros de la sala de videoarbitraje al dictaminar como falta en ataque una jugada donde Andrada derribó al delantero Lucas Pratto en área de Boca y que pudo haber sido penal. En la confusión, Gallardo sacó el as bajo la manga: el colombiano Fernando Quintero.
Así, River recurrió al buen toque que le caracteriza históricamente. Quintero se entendió de inmediato con Ignacio Fernández para causar el muy merecido gol igualador a tres en el marcador global anotado por el 'Oso' Pratto.
Entonces, el combate se volvió combate sudamericano de verdad. Hachazos, empujones, gritos desesperados y miradas de furia entre los 22 sobre el césped. Benedetto ya había abandonado el campo y su reemplazante Ramón Ábila entró a darse piñas con los zagueros de River.
Entre entumecimientos y calambres , se jugaron los tiempos extras de una final interminable. La cereza en el pastel del dramatismo fue puesta por el árbitro uruguayo Eduardo Cunha al expulsar por doble amarilla a Wilmar Barrios de Boca.
Cuando los penales parecían inminentes, Quintero se transfiguró en Zinedine Zidane. Su remate dio en el larguero y entró en la meta con toda la fuerza de la historia para ahuyentar por siempre al fantasma de la 'B.'
Completamente jugado, Boca concedió el 3-1 en contra que hizo a la mitad del Bernabéu estallar en éxtasis luego del silbatazo final. Solamente en ese momento, Marcelo Gallardo se levantó de su asiento, salió de la penumbra, y entró al túnel del tiempo donde viven eternamente las leyendas del fútbol.