Cristóbal Ortega dejó un legado con las Águilas del América, jamás traicionó los colores del equipo, pues fueron los únicos que vistió en toda su carrera futbolística por lo que generó identidad y amor por la camiseta.
¿Quién es Cristóbal Ortega, el ídolo del América que murió a los 68 años?
A 50 años de su debut con las Águilas, el romperredes mexicano generó identidad con el cuadro de las Águilas.
Su muerte deja un gran vacío en la memoria del equipo de Coapa, con el que se convirtió en el jugador con más partidos disputados y como el más ganador con 14 títulos cosechados.
¿QUIÉN ES EL CRISTÓBAL ORTEGA, EL ÍDOLO DE LAS ÁGUILAS DEL AMÉRICA?
Por poco deja al América por Pumas. Cruz Azul le ofreció casi el triple de su sueldo en su primer contrato y debutó en Liga ante Chivas, aunque en la Copa lo hizo el 3 de octubre de 1974 frente al Ciudad Madero. Luego, a los otros tres grandes, los venció en sendas finales y labró una leyenda en base a triunfos y perduración en dos posiciones diferentes.
Cristóbal Ortega jugó toda su carrera profesional, 18 años, en el América. Previo a su debut, en una gira por Brasil con el Unión Coapa, Mario Zagallo le vio en un juego amistoso contra una juvenil del Flamengo y se acercó a su gente a preguntar: “¿Por qué está jugando ese brasileño en el equipo mexicano?”, y tuvieron que sacar al mítico hombre brasileño de su error: “No, señor; él es mexicano”.
Hijo de un obrero de una papelera que no sabía nada de futbol, nació séptimo de ocho hijos, en la colonia Arenal, en lo que era Río Consulado, hoy Circuito Interior, en las calles de Pino y Ciprés.
A los seis años jugaba en una liga de la colonia Tlatilco en un equipo llamado Deportivo Abasolo. Fue los 15 años, luego de jugar un partido del Torneo de los Barrios con el equipo de la Secundaria 55 cuando Gilberto Gálvez, que formaba un equipo juvenil del América, se le acercó.
“Si yo no hubiera tenido la oportunidad de jugar en el América, no hubiera sido profesional, no estaba en mis planes”, llegó a asegurar a la prensa el mismo Cristóbal Ortega.
Fue, se probó en unas canchas sobre calzada de Tlalpan donde ahora están unos laboratorios y una fábrica de autos y luego, por fin, pudo pisar Coapa. Ahí conoció a Alfredo Tena y a otros que serían símbolos de la institución más adelante.
“Nos conocimos cinco o diez años antes y eso fundamental para los éxitos que tuvimos después”, comentó el ídolo del América.
En medio de su camino, entonces, se cruzó la UNAM. Y se fue del club, porque le llegó una orden de pago de inscripción, fue aceptado para cursar la preparatoria en la institución. Se dijo, “mejor me voy a estudiar” y como su mentor, el profesor Gálvez, andaba en Europa, no lo pensó mucho.
Pero cuando regresó el profesor Gálvez le buscó y le pidió que jugara un Torneo de los Barrios. Aceptó y lo ganaron. Entonces ocurrió el episodio de Brasil y al volver, José Antonio Roca, el técnico del equipo en ese momento, le integró al primer equipo. No dejó nunca más a las Águilas, como jugador, hasta el día de su retiro.
Pero antes de eso, también ya lo había tentado Cruz Azul. La Máquina se acercó a él, le ofreció seis mil pesos mensuales y 40 mil en la mano. La respuesta fue no, estaba en el futbol porque le gustaba el América. Firmó con ellos por sólo dos mil pesos.
Cristóbal Ortega debutó el 3 de octubre del 1974, en un partido de Copa ante Ciudad Madero. Ganó América 4-0 y jugó los 90 minutos sobre la grama del Estadio Azteca. Unos días después, el 13 de octubre, se presentó en la Liga. Lo hizo ante Guadalajara, también en el Azteca, sustituyó a Castro a los 68 minutos, en un empate a dos goles en el Clásico Nacional.
Luego vino todo en cascada. Fue parte del Tri que participó en el Mundial de 1978 y jugó ocho años como extremo derecho, pero sus verdaderos triunfos y por lo que ha trascendido se dieron desde el medio campo.
Cuando Carlos Reinoso se convirtió de jugador a técnico del América, llegó al club Batata un habilidoso y talentoso brasileño que jugaba en la misma posición de Ortega. Reinoso entonces lo reconvirtió en medio de contención.
“Me empezó a meter como volante y a mí no me gustaba. Le decía ‘me duele aquí y aquí’. Llegó un momento en el que me dice ‘ahí o no juegas’. Él me explicó la posición, la zona, me dio detalles. Le fui agarrando el gusto. Tenía el deseo de jugar y mis condiciones eran buenas.
“Me gustaba entrenar y siempre andaba bien. Como era extremo tenía drible y salida, eso lo empecé a aprovechar. Me gustó y era un panorama más amplio. Jugué otros 10 años ahí”, explicó. Y entonces surgió la leyenda.
Jugó 711 partidos, nadie ha jugado más que él en el América, 75 de Liguilla, 48 Clásicos. Seis títulos de Liga (75-76, 83-84, 84-85, Prode 85, 87-88, 88-89), fue campeón de campeones, de la Concacaf y de la Interamericana.
Todo aquello lo consiguió al lado de jugadores como Brailovsky, Santos, Baca, Batata, Outes, Zague, Hermosillo, Peláez, De los Cobos, Aguirre, Trejo, Bravo y por supuesto, Tena. Además, con el Tri fue parte de la plantilla que participó en México ‘86.
¿Su final y título ideal? Contra Chivas en la 83-84 que culminó un ciclo de grandes enfrentamientos y épicas peleas sobre el terreno de juego entre América y Chivas. “Fue lamentable, no teníamos autodominio, repartí y me repartieron durísimo”, explicó.
Su último partido fue en diciembre del ‘91 contra Santos y hay quien piensa que Falcao lo liquidó, pero él asegura “ya no tenía el gusto” de jugar. Luego de rencillas con el brasileño y su cuerpo técnico, al final de la campaña el club le regaló su carta, lo hicieron por teléfono. Nunca fue por ella. Cristóbal Ortega se retiró en silencio.