México es el único país latinoamericano que ha organizado unos Juegos Olímpicos previos a Brasil. Lo hizo en 1968 y como la nación amazónica tuvo sus particularidades muy señaladas antes de la competencia.
Río 2016 y el espejo de México 68
El único caso de unos Juegos Olímpicos en Latinomérica presenta similitudes, pero principalmente diferencias con los Juegos Olímpicos que están por iniciar.
Ahora mismo Río sufre del escepticismo del mundo entero sobre si podrá llevar a buen fin la justa.
Un enorme gasto acentuado por la crisis económica, social y política que se vive en aquel país, la delincuencia, las obras sin terminar son solo algunas de las quejas a unos días de que sea inagurado el evento.
El recuento de lo que ocurrió en México previo a la justa se hace necesario de cara a los Juegos Olímpicos que están por iniciar.
El caso México 68
Cuando se otorgó la sede a aquel país en 1963, de inmediato el clamor mundial fue en torno a la altura de la Ciudad de México. Los 2,240 metros sobre el nivel del mar en algunas predicciones pseudocientíficas hacían suponer una catástrofe.
En Europa, principalmente, había una versión extendida de que “si los atletas tienen que amoldarse en seis u ocho días a una altura de más de 2, 200 metros...van a caer como moscas”.
Solo hasta después de que México organizó semanas deportivas en 1965, 66 y 67, y de que una delegación de médicos franceses acompañó a sus deportistas en 1965 y desmintió tales afirmaciones, aquello fue disminuyendo.
Por otro lado, en marzo de 1967, un diario neozelandés escribió: “La olimpiada de México, sentenciada al fracaso”.
Las nuevas quejas y especulaciones se debían principalmente al atraso de las obras de las instalaciones olímpicas, porque algunas de ellas como el velódromo, la alberca olímpica y el palacio de los deportes, sólo se iniciaron a principios de 1966 o incluso en 1967.
El caso más sorprendente fue el de la Villa Olímpica ya que solo en mayo de 1967 inició la construcción de 29 edificios con capacidad para 904 departamentos. Un año más tarde, en mayo del 68 estaban concluidos. Todo se hizo en tiempo récord y en agosto todo estaba listo.
Pero la Ciudad de México ya contaba con una infraestrutura deportiva y no debió iniciar desde cero. Se adecuaron o se remodelaron instalaciones como el estadio de Ciudad Universitaria, el Auditorio Nacional, la Arena México o el Teatro de los Insurgentes.
El gasto total de aquellos juegos se calculó en unos 175 millones de dólares entre infraestructura deportiva, obras urbanas, Villa Olímpica y dinero para el Comité Organizador. De ese gasto el 93.9 por ciento fue erogado en México y el restante 6.1 por ciento en el extranjero.
México pudo hacer frente a ello gracias a que en las dos décadas anteriores su economía tuvo un crecimiento sostenido del seis por ciento anual, el PIB se triplicó entre 1939 y 1960, y la inflación no rebasaba el cuatro ciento anual. "El desarrollo estabilizador", un modelo económico que consistió en impulsar el crecimiento industrial local entre otras muchas medidas, fue la base de aquello.
Por otro lado, a los problemas de la altura, de la infraestructura a destiempo y el gasto se añadió otro más complejo, el movimiento estudiantil de ese mismo año.
Una serie de manifestaciones encabezadas por los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional y de la UNAM que buscaban entre otras cosas la democratización del estado, desembocaron en un amplio movimiento social.
Las autoridades mexicanas vieron en aquellas expresiones un peligro que ponía en riesgo la realización de los Juegos Olimpicos y el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, reprimieron el movimiento brutalmente. El evento se realizó sin contratiempos.
Al finalizar los Juegos, México no se lavó las manos. Aún le faltaba por enfrentar y organizar el Mundial de fútbol en el 70.
De él también salió bien librado y aunque fue a principio de esa década en la que se iniciaron las recurrentes crisis económicas mexicanas, nunca se le achacó a ninguno de esos dos eventos.
Al menos no directamente como fue en el caso de Grecia tras el 2000 que cuatro años después se declaró en quiebra o la deuda que adquirió Montreal en el 76 que solo terminó de pagar 30 años más tarde.
El caso Brasil
Ahora mismo, Brasil entrará a sus Juegos Olímpicos con una cara que ningún anfitrión había presentado antes, con una crisis económica severa encima. Por supuesto extendida a lo social y a lo político.
El gasto para afrontar el evento ya asciende, según Forbes México, a unos 15 mil millones de dólares y el gasto conjunto con el Mundial del 2014 sería de unos 28 mil millones. Pese a que el presupuesto se ha recortado en hasta 10 por ciento.
Pero no son las únicas cifras alarmantes, según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadistica recogidos por Forbes México, el PIB cayó a un tres por ciento del 7.6 que presumía en el año 2010 y las inversiones llevan siendo negativas más de año y medio.
Además la inflación ronda el 10 por ciento y la moneda brasileña, el real, ha perdido hasta 70 por ciento de su valor ante el dólar solo en el último año.
Por si fuera poco, el país se encuentra en un proceso de impugnación de la presidenta Dilma Rousseff (un impeachment que le impediría la continuidad de su mandato por acusaciones de corrupción entre otras).
Y se añade a todo, la poca aprobación de la población a Michel Temer, el presidente interino, y el poco interés que la misma población ha mostrado por los Juegos Olímpicos.
Ahora mismo los problemas continúan. Al arribo de los contingentes de deportistas, estos han reclamado por las instalaciones de la Villa Olímpica, además hay preocupación por la inseguridad de la ciudad e incluso descalificaciones médicas del lugar donde se celebrarán las competencias en aguas abiertas.
El panorama no parece ser el mejor a unos días del inicio de Río 2016 y tampoco, viendo un poco más allá, tras el final de los mismos.