¿Por qué las ocurrencias llaman la atención? Por lo raro que pueden llegar a ser, por su originalidad, por el mensaje, por el reto que representan, o por el sentimiento que despiertan en la gente. Hace algunas semanas les comenté del Cruce Colibrí, el que realizaron 12 nadadores de aguas abiertas provenientes de cinco países y que lo hicieron de San Diego, California, a Tijuana, Baja California, en el ánimo de enviar un mensaje de unidad entre los países, entre las personas a pesar del idioma, cultura, costumbres, etc. La idea de buscar la unidad, la eliminación de fronteras, al menos en un escenario ideal, ha estado presente desde hace mucho tiempo y en tanto las divisiones y diferencias sociales, de idioma, de religión, etcétera, persistan, aquellas permanecerán pero al mismo tiempo lo harán quienes, con ocurrencias, deseen, sueñen, con eliminarlas. El Cruce Colibrí tuvo como elemento deportivo la natación. Esta semana, tres jóvenes alumnos de la UNAM, de las Facultades de Filosofía y Letras y de Ciencias, le dieron sentido a un pensamiento idealista que inició por una ocurrencia, un chiste, una confusión, que los tiene ya en territorio estadounidense y que los llevará hasta las Cataratas del Niágara en Canadá, en el estado de Ontario, un recorrido de 35 mil kilómetros que tienen planeado cubrir en 35 días… justo el tiempo para regresar a clases. Santiago Izeta y Santiago Guzmán, amantes del triatlón, cayeron en su propia broma, Izeta propuso hacer algo diferente en bici y Guzmán, en son de broma y haciendo referencia a una canción de Juan Luis Guerra, dijo “sí, al Niágara en bicicleta”. Izeta se lo tomó en serio y cuando se dieron cuenta estaban en entrevistas, con página de Facebook, buscando patrocinio y reorganizando sus agendas para realmente hacerlo, pero con sentido. En medio del ambiente político y social añadieron, con peso específico, el ingrediente humano: viajar para que los de allá los conozcan y para que ellos, a su vez, conozcan a los estadounidenses y a los canadienses, un pequeño ejercicio para que lo común prevalezca. Pero que no quedará en la anécdota, no será sólo un ver hasta dónde llega su esfuerzo físico, su paciencia, su compañerismo, sino que se podrá compartir, día a día en redes sociales, y al regreso con un documento mucho más elaborado en el que, desde ya, un tercer integrante trabaja: Pablo Argüelles. Amigo de ambos, aficionado a la fotografía, al conocer el proyecto se une para documentar todo y para fungir también como apoyo. Pablo irá en un auto cuidando a los ciclistas, documentando cada momento, cada anécdota, buena o mala, cada lugar que visiten, la gente que conozcan, las pláticas que sostengan, los amigos nuevos que hagan. El deporte emociona, emociona practicarlo, emociona ver una competencia, emociona un triunfo sufrido, uno heroico; el derrotado toca las fibras sensibles de quienes lo observan, pero el deporte, más de una ocasión, ha demostrado también esa parte, donde no se busca el triunfo, no se busca la competencia, ni siquiera imponer un récord, sino simplemente tomarlo de la mano y darle vida a una ocurrencia con sentido. El regreso a la Ciudad de México será en avión, un par de horas que seguramente sentirán con nostalgia de todo lo que vivirán y recorrerán, pero que les servirá para llegar a tiempo a clases y, otra vez, reorganizar sus agendas para platicar de la aventura deportivo-humana que ya les está cambiando la vida.
Por:
Beatriz Vázquez.
Imagen Beatriz Vázquez.
BeatrizVazquez.
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