Atletismo

    Donde Usain Bolt no pudo, Mo Farah acrecienta su leyenda

    Los dos corredores más dominantes del atletismo en los últimos años iniciaron de manera distinta su adiós a las pistas.


    Por:
    Omar Carrillo.

    Mo Farah y Usain Bolt.

    Imagen Getty Images
    Mo Farah y Usain Bolt.

    De un extremo a otro en el cosmos del atletismo de gran nivel, Usain Bolt y Mo Farah se han movido de manera paralela en los años recientes.

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    Uno con la explosión del dios del rayo dominando la velocidad y sus alrededores, el otro con lo gracia y prestancia de los felinos de la sabana imponiendo su imperio en las carreras de fondo. Y ambos han iniciado en extremos distintos su retiro de las pistas de atletismo.

    Porque si bien es cierto que el adiós del caribeño es definitivo y el del británico es un brinco al maratón, no los veremos más sobre el tartán.

    Mo, británico nacido en Somalia, todavía enseñó la mejor versión de sí a los 34 años como si el tiempo se hubiese instalado en su cuerpo a los 24 y no hubiese transcurrido ni un segundo.

    Se impuso con lujo de suficiencia a los jóvenes, a los viejos, a los que siempre han estado a los que quieren estar. Dominó los 10 mil metros de principio a fin como un maestro haría con su clase el primer día de escuela. Insuperable.

    Porque cuando quiso ir en el fondo de la línea de corredores (las primeras 10 vueltas) ahí se instaló, luego se le antojó dar de vez en vez acelerones y pasar a todos como diciendo: ‘no se olviden que aquí estoy y este es mi territorio’.

    Corrió solo ante la poderosa armada keniana, etiope, eritrea y ugandesa, y desbarató sus estrategias cuando no sus cuerpos y mentes.

    No importó que en la última vuelta se trompicara dos veces y en una de ellas incluso pisara fuera de la pista.

    Su increíble cierre fue tan avasallador como hace dos, tres o cinco años. Indestructible. Las cuatro décimas de segundo que sacó a Cheptegei y el segundo de ventaja sobre Tanui fue un mero espejismo de paridad.

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    Farah fue el amo y señor de los 10 mil metros de principio a fin.

    Todavía participará en el cinco mil en Londres 2017, prueba en la que también es multicampeón mundial y olímpico. Luego correrá en la Diamon League de Birmingham el 20 de agosto y no le veremos más en las pistas. Dará el brinco a la maratón donde seguramente seguiremos escuchando de su estética zancada, sus feroces cierres y sus triunfos inolvidables.

    Pero todo lo que gozó Farah, lo sufrió Bolt. Se quejó el viernes de los blocks de salida y el sábado perdió en su semifinal ante Christian Coleman.

    Se le vio tenso en todo momento, por mucho que intentara relajarse, charlando con el sudafricano Simbine minutos previos a la final de los 100 metros o haciendo sus mil muecas de siempre a la televisión.

    Corrió desde el carril cuatro y desde ahí sabía que debía mirar a la derecha. Coleman estaba en el cinco y Gatlin en el ocho.

    Presentación, sonrisas, aplausos, silencio y disparo de salida. Bolt se atoró en el block como siempre fue una constante a lo largo de su carrera.

    Pero el poder que siempre mostró, la explosión que el mundo conoció, la bestia encerrada en sus piernas, no llegó tras los primeros 50 metros. Coleman siempre le aventajó, por una vez debió ser el perseguidor. El de la angustia de no alcanzar, el de ver que el esfuerzo no le daba para más llevando su cuerpo a un límite indecible.

    Y unos metros más allá, seguro lo miró con el rabillo del ojo y con mucha angustia, Justin Gatlin aventajando a ambos en los últimos 15 metros.

    Dos imágenes para el recuerdo de los dos monstruos que se despedirán de las pistas en la semana (Mo con en los cinco mil metros, Usain en el relevo 4x100).

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    La primera un Estadio Olímpico de Londres rendido a Farah mientras daba la vuelta olímpica con su mujer y sus tres hijos. Sonrientes todos.

    La segunda, descomunal. El gran enemigo de Bolt y vigente campeón mundial de los 100 metros, Justin Gatlin, arrodillado y rindiendo pleistecia a su majestad: el rey del rayo.

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