Resultó curioso ver el año pasado el conteo regresivo a 6 meses, luego a 5 y de 150 días para empezar los Juegos Olímpicos, y repetir ese proceso en 2021, pero la barrera de los 100 días para Tokyo 2020 fue un punto al que no llegamos hace un año.
Ricardo Otero | A 100 días de los Juegos de la supervivencia
Faltan 100 días para los Juegos Olímpicos Tokyo 2020, una fiesta que extrañará a muchos de sus invitados, pero que representará una prueba superada.
La postergación, anunciada el 24 de marzo de 2020, nos puso en una especie de limbo lleno de incertidumbre. Para entonces, una parte de nuestras vidas se detuvo y la vuelta a la normalidad ha sido paulatina y, por qué no decirlo, a veces desesperante. No es que vaya a haber un momento en el que se autorice volver a salir libremente, abrazar a nuestros seres queridos y hacer lo que solíamos hacer.
Pero los Juegos Olímpicos bien pueden ser parte de ese proceso para aquellos que los disfrutamos. Y digo parte, y no final del proceso, porque Tokyo 2020 no podrá celebrarse con la libertad acostumbrada: no habrán aficionados extranjeros, las gradas estarán limitadas a lo que las autoridades locales dispongan y los atletas estarán sujetos a múltiples controles de detección de covid-19 para poder competir.
En realidad, los efectos de la pandemia a largo plazo se verán en París 2024 en función de las medidas sanitarias y de prevención permanezcan vigentes. Y se ve menos probable un escenario en el que todas esas medidas desaparezcan para entonces.
Tokyo 2020, en realidad, serán los Juegos de la supervivencia. En otra época, cuando eran un evento más pequeño, con menos deportes, atletas, países y compromisos comerciales, bajo estas condiciones muy probablemente se habrían cancelado.
El gigantismo olímpico, que tanto ha sido criticado por repeler posibles ciudades candidatos y acrecentar la brecha entre países ricos y pobres en el medallero, paradójicamente fue lo que salvó a Tokyo 2020 de no ser cancelado.
Con 364 días de diferencia a lo programado inicialmente, se realizarán las mismas competencias. Se entregarán las mismas medallas. Pero tal vez no todos los atletas que iban a estar, estarán, pero sí la mayoría. Veremos menos tomas de la televisión a las gradas y quizás ahí notaremos la mayor diferencia. Parte del espíritu de universalidad del movimiento olímpico tendrá que ser sacrificado en función de la supervivencia.
Nos volveremos a maravillar con las hazañas deportivas, los récords y la emoción de ver a un mortal convertido en inmortal. Nos volveremos a conmover con ese atleta bañado en lágrimas que logró el sueño de una vida. Y, ojalá, nos volvamos a sentir con el pecho lleno de orgullo al ver a uno de los nuestros en el podio.
Para ser un evento supervivencia, no suena mal. Nada mal. Pero la afición será la sacrificada en pro de esta misión. Esperemos que por única ocasión.